El vecino cantante

Esto es: , , ,

- Lucy in the sky with diamonds... 
En algún lugar de ese cielo, un Beatle llora. En un rincón de este infierno, una inquilina protesta.

- Let there be love... 
Los hermanos Gallagher, en quién sabe qué ciudad, se empiezan a sentir incómodos. Y en el mismo rincón de este departamento, la inquilina vuelve a maldecir.

El sol de las 9 entra, henchido de orgullo por las cortinas recién abiertas. No está solo. Viene acompañado de la voz cantante que baja desde el departamento de arriba. Un muchacho y su guitarra (des)entona canciones de los cuatro de Liverpool hasta el hartazgo. Los pedacitos que se sabe; de los temas que se sabe.

La inquilina, abajo, enciende la radio para no escuchar.

El vecino cantante es siempre una posibilidad a tocar dentro del vasto mundo de las vecindades urbanas. Se presenta inofensivo, atento a la moral y a las buenas costumbres, y tiene la característica de ser siempre engañoso ante la mirada ingenua de los demás inquilinos/as y hasta de su alquilador. Éstos lo ven con buenos ojos y buenos oídos. Como si su voz cantante fuera a ser para ellos una especie de banda sonora armónica y atinada para cada momento de su día. Claro que no tarda en pasar una semana para que cambien de opinión. Es que aquel insistente especímen de la naturaleza puede pasar horas sin hacer otra cosa que tocar su instrumento y cantar.

El vecino cantante es aquel que no sabe ningún tema pero que los canta todos. Aquel que, irremediablemente -y por su sola condición de cantante- desborda popularidad. Aquel que, por este motivo, organiza encuentros diurnos y nocturnos para seguir cantando. Porque, si el capital llama al capital, pues la música también llama a la música: sí, los amigos y amigas del vecino cantante también cantan.

Mientras tanto, del otro lado de la pared quedan los oídos atormentados. El escobillón preparado para dar un golpe certero cuando los decibeles entorpezcan la llegada del sueño. Y el autoconsuelo de que “al menos es música, peor sería si anduviera haciendo ruidos con un martillo”. Consuelo que en realidad no consuela a nadie .

- It’s been a hard day’s night, and I’ve been working like a dog… 
Ya es tiempo de que la inquilina se resigne al encierro. No pasará más brisa por las ventanas. Es que el vecino cantante ha pasado su día cantando lo duro que ha trabajado. Pero la inquilina sí lo ha vivido en carne propia. Sin ánimos de nada más entornará los ojos, mirará hacia arriba con rabia y subirá el volumen de la radio un poco más.