13
oct
2011
Esto es: lo que pienso , Neuquén , política , radiografías urbanas
Volver. Cruzar los dedos para que pase a tiempo un colectivo. Subir a uno y cruzar los dedos otra vez, para encontrar un espacio entre la maraña de gente que la empresa monopólica arría hacia el centro.
Volver y que un hombre se muera porque un pedazo de barda se le derrumba sobre el cuerpo mientras duerme.
Volver y que llueva lo que no llovió en todo el año. Empaparse con las calles anegadas del centro y embarrarse hasta la rodilla en las del oeste, esas donde no llegaron los planes de asfalto de ningún intendente.
Volver a tus veredas sucias, a tus políticos descarados sonriendo en cada globa de la Avenida y a la corrupción de un Estado-partido que brota desde cada bocacalle.
Volver y encontrar a los policías de a pares, en todas las esquinas, escuchando los murmullos de vecinos que explican a quién y por qué vieron sospechoso en un tramo cualquiera de la mañana.
Volver, apenas poner un pie en el centro y escuchar redoblantes junto a una multitud de estatales que cortan una calle. Y los bocinazos de quienes desearían que esos estatales aceptaran sumisos la precariedad laboral que el gobierno les ofrece.
Volver a tus contrastes, a los edificios millonarios junto a las tomas urgentes. A la complejidad de tu rápido y tortuoso crecimiento. Volver a tus paredes reclamando justicia: cada vez con más nombres, cada vez con más fuerza.
Volver a los artesanos en la Avenida y a la economía social en la Vuelta de Obligado y 1° de Mayo. A encontrarse "en el monumento". Los pies en la escalera, la mirada al cielo y San Martín de testigo.
Volver, y no ver nada distinto. Volver y disentir con los hermanos Berbel. Pero, a pesar de todo, y por todo eso y más, volver a Neuquén.