Presente continuo

Esto es: , ,

- ¿Y quién lo tapa?- dice la mujer, curiosa, al doblar la esquina de Yrigoyen y San Martín.
- Y... el intendente- le responde el hombre a su lado.

La conversación sigue su curso lejos de los oídos de esta observadora, pero ese primer verbo queda resonando. No el verbo en sí, sino su conjugación.

La mujer dice "tapa", en presente. No utiliza el pretérito perfecto simple porque hacerlo implicaría dar por terminado el asunto: él tapó, ellos destaparon. No. El presente indica que eso está pasando ahora: él tapa, ellos destapan. Las veces que sea necesario.

La pareja en cuestión -el lector o lectora local ya se habrá dado cuenta- se refiere al anfiteatro de Neuquén. Ese que por "abandonado", "covacha" y "aguantadero" fue enterrado por las topadoras amarillas que dominan la escena política municipal. Lo que no gusta, lo que molesta, lo que no es negocio, lo que es verde termina derribado por las máquinas que se llevan puesta más de una ordenanza en el camino.

Son casi las 20, es agosto y hace frío. En frente de la farmacia de una de las familias más poderosas de Neuquén todavía hay palas y hay música. Hay guirnaldas de colores. Como la señora que preguntó en presente, muchos más que pasan miran a los desenterradores con curiosidad como si formaran parte del city tour de la ciudad. Un pedacito de los '60 lleno de amor, arte y buenas intenciones.

El viejo anfiteatro de Neuquén se tapó para construir un estacionamiento primero, hacer un "espacio público despejado" después y reemplazarlo por un anfiteatro nuevo, por último. Aplausos y ovación de pie: destruir para construir. Capitalismo para principiantes.

Son cuestiones que parece que aquí y nada más que aquí pueden pasar. Que 11.158 usuarios de Facebook apoyen el desentierro, cientos de personas trabajen durante tres meses para lograrlo, y que, un lunes por la madrugada, un par de máquinas reviertan todo a cero. Y que los cientos vuelvan a empezar.

Neuquén da para todo. Para el grueso petrolero que sale a pasear al shopping de J.J. Lastra y para los hippies que desentierran con palas una fosa de 1,29 metros de profundidad. Para las pantallas leds iluminando la miseria, para los móviles policiales 0 km disfrazados de plan de seguridad, para los heladeros peleando por un pedacito más de mercado. Para las fábricas recuperadas, los juicios históricos y las torturas en las cárceles. Para pornofuncionarios, funcionarias hot y bigotes haciendo campaña en los paredones. Para anfiteatros tapados y destapados dos veces.

Neuquén será la ciudad del millón de habitantes, fue la puerta de la Patagonia y es la ciudad que motiva. La del millón de problemas.

Bienvenidxs.

Foto de Emiliano Ortiz en Recuperemos el anfiteatro del Parque Central









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