Elegir el Nunca Más

Esto es: ,



"Todo en concurso real", dice el juez y toma un sorbo de agua. Va a ser uno de varios más. Como si la injusticia fuera un trago difícil de pasar, o de leer.

Lo es.

- Viste, y nos decían locos por putear contra el tribunal en el juicio. Ahora ven...

En el salón verde de AMUC se quedó el "Nunca Más" atragantado en las tripas. Porque ocho meses de debate oral y público para juzgar a los responsables de crímenes de lesa humanidad en Neuquén y Río Negro terminaron con ocho absoluciones y trece imputados con penas menores. Con un llanto desconsolado. Con una defensora sonriendo de costado. Con insultos de víctimas a grito pelado. Con miradas cansadas. Con cuatro huevazos en la puerta del tribunal.

"Esta es una justicia de clase", dijo Lolín y qué dudas quedan. Si los "caballeros" cumplirán condenas en sus casas, y otro puñado quedará libre.

Un defensor se levanta en medio del veredicto y sale a hablar por teléfono. Una casi podría imaginarse el llamado: "zafaste, viejo". Si después hasta se confesó contento "como perro con dos colas" por la absolución de su representado.

Aquí el Tribunal Oral Federal integrado por Orlando Coscia, Eugenio Krom y Mariano Lozano dio su veredicto, que podría traducirse así: que no hubo un plan sistemático, que no hubo genocidio, que hubo testigos que podrían no haber dicho la verdad y por ello deben ser investigados por falso testimonio, y que los policías de Río Negro no tuvieron nada o casi nada que ver con el terrorismo de Estado. Sus condenas fueron por asociación ilícita, privación ilegal de la libertad y aplicación de tormentos, en algunos casos agravada por ser el resultado "la muerte de la persona". Ni más ni menos.

¿Y ahora?

Y ahora.

Lo mismo. Marchar otra vez, repetir las consignas, sostener la mirada, levantar el mentón. Ese que no pudo sostener el presidente del cuerpo, entre sorbo y sorbo, mientras leía casi con desinterés -o incomodidad- aquel fallo histórico.

"No importa si es un año, cinco, diez o cincuenta", dijo Oscar Ragni y algunas y algunos no estamos tan convencidos. Pero decretar el fracaso del juicio sería pisotear el esfuerzo de los testigos, la reconstrucción de la memoria. Sería pensar que la única verdad es la verdad jurídica y sabemos que no. Aquí la verdad es histórica y la cuentan quienes la sobrevivieron.

Al menos, aquella en que elegimos creer.


+ sobre el juicio Escuelita II


Cacerolazos de otro Neuquén

Esto es: , , ,


- ¿Y ahora qué hacés? - le preguntó el hombre; mediana edad, mediano status.

El otro mira alrededor, evalúa. Se va a ir. La mayoría de los antes concentrados ya enfilan la Avenida Argentina para marchar, pero él se queda. Hizo un poco de ruido, acompañó de pie frente al monumento. Hora de volver.

Un par de mujeres también se quedaron. No llevan cacerolas en sus manos. Cuando la multitud se empieza a dispersar eligen un banco -una estructura de cemento, en realidad- y se sientan a conversar, divertidas. Todavía descansan sus lentes de sol en la cabeza.

Clin, clin, clin. Algunas son cacerolas, pero hay una mantequera y un par de anillos sonando contra los postes metálicos de luz.

- ¿Por qué es la marcha?
- Contra Cristina
- ¿Contra qué de Cristina?
- Contra su dictadura; este gobierno se parece cada vez más a una dictadura.

La joven quizás no se enteró que unas diez cuadras más arriba, en el Salón Verde de Amuc, desde el 28 de marzo y hasta el 11 de septiembre, decenas de testigos se ocuparon de describir dolorosa y detalladamente lo que fue una dictadura. La última que sufrió el país.

- ¿Esta es la marcha contra el gobierno?
- Sí: contra la corrupción, la inseguridad y la falta de libertades
- ¿Qué libertades?
- De hacer lo que queramos con nuestras cosas, como comprar dólares.

Entre las cabezas asoma un cartel: "CRISTINA NO TE VAYAS CON CHAVEZ. ANDATE CONCHUDA".

Enfrente, el general San Martín muere de vergüenza. Un poco más adelante, la catedral que supo alojar a uno de los luchadores más grandes de Neuquén, Don Jaime de Nevares, también. "Dejen abiertas las puertas de la Catedral que alguien vendrá a refugiarse", reza el cartel que recuerda su frase del 23 de marzo de 1976. Cuando se avecinaba lo peor.

¿Dónde estarían ellos cuando reprimían trabajadores en Salta? ¿Oyeron del asesinato al militante jujeño, la semana pasada? ¿Saben que en esta provincia hay más de 1400 causas judiciales contra protestas sociales? ¿Que quedan miles de estómagos sin alimentar?

Si con algo puede sacar pecho Neuquén es con su capital político. Su reputación de capital de los Derechos Humanos se la forjó con sus manifestaciones en el corazón de la ciudad, su avenida gastada por el paso firme de las marchas, sus gritos de justicia irrumpiendo en las paredes, haciéndose lugar en las veredas. Sus cuadros indiscutibles: Inés, Lolín, Don Jaime, Fasinpat y tantos más.

Esta noche de jueves todo es distinto. La desesperación de mirar hacia los lados y chocar con egoísmos.

Un poco más acá, una señora arría su caniche de prolijos rulos blancos y sigue camino. Se va a marchar por seguridad. Bajo de sus pies queda un stencil de Matías.





Presente continuo

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- ¿Y quién lo tapa?- dice la mujer, curiosa, al doblar la esquina de Yrigoyen y San Martín.
- Y... el intendente- le responde el hombre a su lado.

La conversación sigue su curso lejos de los oídos de esta observadora, pero ese primer verbo queda resonando. No el verbo en sí, sino su conjugación.

La mujer dice "tapa", en presente. No utiliza el pretérito perfecto simple porque hacerlo implicaría dar por terminado el asunto: él tapó, ellos destaparon. No. El presente indica que eso está pasando ahora: él tapa, ellos destapan. Las veces que sea necesario.

La pareja en cuestión -el lector o lectora local ya se habrá dado cuenta- se refiere al anfiteatro de Neuquén. Ese que por "abandonado", "covacha" y "aguantadero" fue enterrado por las topadoras amarillas que dominan la escena política municipal. Lo que no gusta, lo que molesta, lo que no es negocio, lo que es verde termina derribado por las máquinas que se llevan puesta más de una ordenanza en el camino.

Son casi las 20, es agosto y hace frío. En frente de la farmacia de una de las familias más poderosas de Neuquén todavía hay palas y hay música. Hay guirnaldas de colores. Como la señora que preguntó en presente, muchos más que pasan miran a los desenterradores con curiosidad como si formaran parte del city tour de la ciudad. Un pedacito de los '60 lleno de amor, arte y buenas intenciones.

El viejo anfiteatro de Neuquén se tapó para construir un estacionamiento primero, hacer un "espacio público despejado" después y reemplazarlo por un anfiteatro nuevo, por último. Aplausos y ovación de pie: destruir para construir. Capitalismo para principiantes.

Son cuestiones que parece que aquí y nada más que aquí pueden pasar. Que 11.158 usuarios de Facebook apoyen el desentierro, cientos de personas trabajen durante tres meses para lograrlo, y que, un lunes por la madrugada, un par de máquinas reviertan todo a cero. Y que los cientos vuelvan a empezar.

Neuquén da para todo. Para el grueso petrolero que sale a pasear al shopping de J.J. Lastra y para los hippies que desentierran con palas una fosa de 1,29 metros de profundidad. Para las pantallas leds iluminando la miseria, para los móviles policiales 0 km disfrazados de plan de seguridad, para los heladeros peleando por un pedacito más de mercado. Para las fábricas recuperadas, los juicios históricos y las torturas en las cárceles. Para pornofuncionarios, funcionarias hot y bigotes haciendo campaña en los paredones. Para anfiteatros tapados y destapados dos veces.

Neuquén será la ciudad del millón de habitantes, fue la puerta de la Patagonia y es la ciudad que motiva. La del millón de problemas.

Bienvenidxs.

Foto de Emiliano Ortiz en Recuperemos el anfiteatro del Parque Central









De la velocidad selectiva de las horas

Esto es:



Pasa los sábados, pasa los domingos. Pasa en la semana. Pasa siempre que no querés que pase. Son las horas que se instalan, se detienen, ralentizan. Se amodorran sin preguntar, sin reparar en la urgencia de quienes las miramos, ansiosas, esperando verlas avanzar.

“El tiempo vuela cuando te divertís”, dicen. Y ese mismo tiempo se detiene a tomar mate, echarse una siesta y leer una novela cuando la estás pasando mal. Cuando las mirás porque las necesitás en un número determinado y ellas siguen ahí, quietas.

¿Quién determina la velocidad de las horas? ¿Quién se hace cargo de regañarlas cuando se distraen para volverlas a su ritmo normal?

Hay un tema con las horas y es que no les interesa nuestro apuro. Dirán que es psicológico -como la preocupación por la caída de las cenizas (¿se acuerdan?)-, dirán que es una sensación -como la de “inseguridad”-, pero que molesta, molesta.

Que avancen.
Que pierdan conciencia, se atiborren de apuro.
Que salven esta tarde…




¿Y cuando es al revés? Cuando necesitamos esa pereza para aprovechar cada instante, cuando los minutos no alcanzan, cuando ellas se obstinan en seguir. Seguir avanzando. Mientras el día cae, la noche obliga, la madrugada amenaza.

Deténganlas, ya mis piernas flaquean
Que aguarden, que no está todo hecho
Que miren hacia atrás
Que salven esta noche...


Hay un tema con las horas, y es que son independientes. Indomables. Ajenas a nuestras presiones. Quizás no quede más que rendirnos ante ellas y, ante su capricho, enarbolar bandera. Sean ustedes libres de marchar a su gusto. Ya encontraremos la manera.


De la tiranía digital a la anarquía organizada

Esto es: , , , , , ,



El auditorio del diario Río Negro estaba frío, otra vez. Pero también lleno, como el año pasado. Porque podrán decir que el blog pasó de moda, pero este encuentro no. El Roca Blog Day repitió el éxito de 2011 y con él, se instaló cómodo en la agenda del Alto Valle como evento representativo, abierto y prometedor de la región.

Será por su despojo academicista, el relaje de sus sillones rojos, la informalidad de las presentaciones que nada tienen que ver con la lógica de la papercracia. Que levante la mano el que vino por el certificado y que haga lo mismo el que vino para aprender, compartir y encontrarse con amigos. Verán que los últimos somos muchos muchos más.

Muchos con caras conocidas (sí, caras, no avatares) y muchos practicando la desvirtualización, también. Ese término que nos inventamos para describir la situación donde una dice "yo soy @fulanita" mientras la otra persona dice "ahhh" y saluda con un beso artesanal. De ese que le gustaba tanto a Benedetti.

El bajo de Gustavo Giannini cierra la jornada y dan ganas de desenchufar todo y armar otra fiesta.

Lo bueno del evento -después de las ponencias, claro- fueron las fallas tecnológicas. Sí, esas que nos hacen recordar que, por más expertos que queramos parecer, seguimos siendo humanos. Después de todo, algún filósofo ya dijo que "no hay motivo para sostener que la razón sea atributo exclusivamente humano"... y más de uno se horrorizó. Así, los videos que no cargaron, la red que se desconectó más de una vez y el pánico confieso (y compartido) del expositor cuando saltó error en la presentación de su charla humanizaron el evento. Parece que, en este siglo, la pesadilla del desnudo escénico no es nada comparada con el cartelito de "error" proyectado en pantalla gigante.

Y si en 2011 hablaba (en broma) de tiranías digitales, la conclusión durante y después de este 2012 fue una sola (y en serio): revolución.

No hubo expositor o expositora que no llamara a una especie de revuelta popular/virtual de la mano de las nuevas tecnologías. Dijo Franco Piccato: "nos podemos organizar sin organizaciones". Dijo Federico Sánchez: "tenemos derecho a ser anónimos", y como quien no quiere la cosa nos dio el ok para piratear en la web. Casi en sintonía con Beatriz Busaniche que instó a defender las libertades ganadas que ahora nos quieren arrebatar los inventores de aberraciones jurídicas como "ciberdelito", de leyes SOPA, de tratados como ACTA y de censura de descargas. Davo Galavotti nos invitó a buscar aventuras digitales. Y Juan Mascardi nos incitó a una "experiencia anárquica". "¡Hagan lo que quieran, estamos en etapa de exploración!", defendió. De eso se trata, entonces. De revolucionar la web y revolucionarnos a nosotros mismos y nuestro entorno real en el camino. Porque la web es herramienta, y herramienta es artefacto simbólico, siempre con capacidad transformadora. Así que armemos un grupo en Facebook, y después destapemos el Anfiteatro con palas. Y creemos hashtag de protesta, pero después pongamos el cuerpo en la calle. Como los compañeros que nos pusieron la piel de gallina con su cobertura del juicio histórico de Neuquén.

Quizás el año próximo, más que de problemas, estaremos hablando de las soluciones construidas. Y de nuestra anarquía organizada.

Gracias por asegurarle a este blog, al menos, un posteo anual.


+ info

Sitio oficial
Roca Blog Day en el Diario Río Negro
Cobertura de estudiantes de #pdcomahue





Abusos

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Miércoles. Calle Teodoro Planas, casi Avenida Olascoaga de Neuquén. Seis de la tarde pasadas. Dos policías aburridos deciden que el chico que pasa por enfrente de ellos se merece un cateo ilegal en la vía pública. Que el hecho de portar armas en su cinturón y llevar botas negras y un uniforme azul los habilita para hacer gala de su “poder” de amedrentar. De hacer una demostración pública.

Lo dan vuelta contra la pared. Lo empiezan a tocar...

Media cuadra más arriba, en la transitada multitrocha, casi ocurre un accidente. No importa, no estaban mirando. Ellos se encargan de otras cosas. De revisar los bolsillos de este muchacho, por caso.

Revisar los bolsillos de forma ilegal. Ilegal como pedirle el documento sin pretexto. Ilegal como sus manos en las piernas del joven, en el torso, sobre y debajo del pantalón, de la remera. Bajo, bajísimo como lo que le dictan al oído.

Lo tocan por turnos. Un poquito uno, mientras el otro mira el documento que el joven entregó. Después cambian y él toca también, las piernas, los bolsillos de nuevo. Por las dudas de que al anterior se le haya escapado algún detalle.

Sólo cuando, 10 minutos más tarde, se dan por vencidos, lo sueltan. El pibe se guarda sus cosas en los bolsillos de nuevo y sigue su marcha, confundido. Los policías lo hacen también, en dirección opuesta, hablando entre ellos de quién sabe qué.

Imaginar ese diálogo no podría más que sulfurar este escrito.

Es que indignación es poco. Es un poco más que bronca. Hacia ellos y hacia mí misma, por no haber hecho nada. Por no acercarme a preguntar “¿eso que están haciendo no es ilegal?”.

Será que el “no te metás” ha calado más hondo de lo que pensábamos. Y será porque muchos motivos que engendraron esa frase -este miércoles se demostró- también.


La foto es de archivo y meramente ilustrativa.




8 de marzo

Esto es:



Soy mujer y trabajo. No me digas feliz día.
No me regales flores.
No me cedas el asiento en el colectivo por mi género. Puedo aguantar un viaje parada, igual que vos.
También abrir puertas y correr la silla en la que voy a sentarme.

Respetame.

No me dediques un tema de Arjona.
No nos digas hoy, por ser 8 de marzo, que somos especiales si mañana te voy a ver en la calle objetivando a una mujer con un silbido.
No me llames musa, ni me definas en función tuya.
No somos complemento para un Adán aburrido.

No me discrimines. 
Tratame ni más ni menos como lo que soy, tu equivalente.

Porque el 8 de marzo existe porque existe la desigualdad.
Y aunque soy mujer, y trabajo, no quiero tu feliz día.

Feliz será -seremos- el día en que ya no haga falta que tengamos un día.



City of blinding lights

Esto es: , , ,

Foto: Facebook de Neuquén al Instante

Que el intendente de la ciudad de Neuquén, Horacio "Pechi" Quiroga, sea fanático de la banda irlandesa U2 no es algo que me hayan confirmado, sino algo que me inventé para encontrarle sentido a sus últimos anuncios.

Es que entre corredores viales, estacionamiento y asfalto nuevo, el mandatario capitalino hizo un lugar para expresar su intención de hacer de Neuquén una city of blinding lights. De esas que vemos en las películas de mucho presupuesto del "primer mundo".

Las pantallas led en las paradas de colectivo serían sólo el comienzo. Una se puede imaginar así a Neuquén convertida en un futuro próximo -lo que se tarde en colocar las pantallitas- en la ciudad de luces cegadoras que encandilaba a Bono y compañía en How to dismantle an atomic bomb.

Corazón de neon, ojos fluorescentes
Una ciudad iluminada por luciérnagas
Están publicitando en el cielo
para la gente como nosotros...


Publicidad hasta en las nubes. Contaminación visual para guardar y repartir.

¿Se imaginan las casillas monocromáticas de la barda -esas que gritan "emergencia habitacional" sin que se las escuche- luciendo de un día para otro brillantes anuncios en soportes importados de 1500 dólares?

Ahora imaginemos la multitrocha elevada con filas y filas y filas de autos dejando a su paso estelas multicolores de 120 km/h. Y una ciudad cada vez más imposible de alcanzar para los peatones a oscuras. La muralla china temida.

Pensemos también en las luces nocturnas proyectadas por el autocine del Balcón del Valle, instalado en tierras de la Universidad pública, ahí donde las aulas no alcanzan y el presupuesto tampoco.

La ciudad de luces cegadoras sería esa que encandile de noche al turista distraído que no sabe que, a la sombra, quedaron niños haciendo malabares en los semáforos por una moneda. Que barridos bajo quién sabe qué alfombra, quedarán las más de 400 "personas que lavaban vehículos en la vía pública" como modo de subsistencia. Que bajo esos leds costosos habrá, rodeando una oxidada garita, una veintena de vecinos llegando tarde a sus destinos mientras esperan un colectivo que no pasará. O que un día de invierno una casilla de madera y cartón se iluminará con luces diferentes y arderá de pobreza en un asentamiento del oeste, cansado ya de ver cenizas.

Cuanto más ves
menos sabés...

...dicen los U2. Esperemos que, al menos, nos veamos tan bellos como dice la canción, en la ciudad de las luces cegadoras. Premio consuelo.


La cara del arroba

Esto es: , , , ,

Dicen los manuales de periodismo que para que un acontecimiento sea noticia debe cumplir con alguno de estos tres requisitos mínimos: ser novedoso, relevante para la audiencia, ser interesante. 

Bueno, éste cumple, al menos, con el primero.

Desvirtualizar no es una palabra que figure en el diccionario de la RAE. Es un concepto nuevo, inventado en la urgencia por nombrar la realidad del ahora, de lo que nos está pasando. Se sabe, en teoría de la comunicación: las cosas no existen sino hasta que son nombradas.

El término aludido cobra sentido en este mundo emergente cuando se decide abandonar la interacción mediada por tecnología y llevarla al plano tangible. Al cara a cara a veces devaluado, a veces hecho a un lado por comodidad, por distancias, el ímpetu de lo nuevo.

Dicen por ahí que no se trata de despojar al interlocutor de su faceta virtual -y agrego que tampoco se trata de conocer al "verdadero"-, sino de completarlo. Agregar la cuota de contacto físico "real" que, como seres sociales, necesitamos.

Es en un gesto, una mirada, un beso en la mejilla, una birra compartida que el proceso de desvirtualización rinde sus frutos, culmina (culminación como alcanzar el punto álgido de una cosa, no necesariamente terminar), arrebatando el arroba por una sonrisa.

Mucho de eso hubo un miércoles, en un bar de mesas "afuerita" con el peso de enero y sus más de 30° C nocturnos en Neuquén. Una primera sensación de "raro" que se diluyó al advertir que las personas que gesticulaban y prestaban voz a los antes avatares estáticos eran los mismos con quienes se ha establecido una cotidianidad de "verlos" -¿leerlos?- casi todos los días.

Desvirtualizar no quita el misterio -por si algún ortodoxo y ortodoxa tiene la duda-. Es hasta recomendable. Dejar el chat, el mensaje, extender los 140 caracteres y cambiarlos por un par de horas de conversación.

Y para alguien que llegó a Twitter por obligación, pero que se quedó por decisión propia, es una razón bastante convincente para seguir estando.